Tomamos decisiones todos los días. Grandes, pequeños, rápidos, lentos, solo o en grupo. A veces nos negamos a tomar la decisión, pero como sabemos, en sí mismo eso es una decisión.
Y de pie en la puerta de la oficina es la duda. Entra a la oficina sin ser invitado y se sienta. Entonces la duda empieza a hacerte preguntas. Prepárate, porque la duda se va a preguntar por lo de ayer, hoy y mañana.
Lo escuchamos. Y empezamos a dudar de nosotros mismos.
- Dudamos de lo que hicimos ayer. “¿He tomado la decisión correcta?”
- Dudamos de lo que podemos hacer hoy. “¿Puedo hacer una diferencia hoy?”
- Dudamos de lo que podemos hacer mañana. “¿Realmente puedo lograr mi meta?”
Entonces, ¿por qué dejamos que duda entra por la puerta de nuestra oficina, se toma asiento frente a nuestra mesa, y nos pregunta todas estas preguntas?
Debido a que es más fácil para dudar de ti mismo que realmente probar y tener éxito.
Nos malinterpretamos y distorsionamos el pasado. Pasamos por alto el presente. Nos obsesionamos en un futuro que nunca podríamos predecir.
¿En qué estás dudando hoy?